TE EXPLICO LA CRISIS ECONÓMICA


Fernando Trías de Bes*

El hijo de un hombre rico abandona los estudios. Su padre le dice que debe buscarse la vida, y el chaval decide montar una panadería. Como necesita financiación, emite unas obligaciones que sus vecinos de escalera adquieren. Cada una vale 5.000 euros. El panadero les devolverá 5.400 euros dos años después. Como el padre es rico, los vecinos entienden que su dinero está garantizado.

Al cabo de unos meses, la panadería no va bien. El panadero trabaja poco y no está muy pendiente de sus clientes, ya que dedica mucho tiempo a operaciones inmobiliarias, que, según parece, es un sector muy de moda donde trabajando poco ganas mucho dinero. Dicho esto, aunque renqueante, la panadería todavía funciona.

El vecino del primero primera, temeroso de no recuperar su dinero, decide vender su obligación por 4.800 euros. Puso 5.000, así que perderá 200, pero mejor eso que quedarse sin nada. Se la compra el del ático, quien cree que el padre empañará las deudas de la panadería si ésta cierra.

Los vecinos se intercambian las obligaciones del panadero a precios cada vez más bajos. Algunos, por miedo a perder, pero otros porque, sabiendo que el chico necesitará pronto más dinero, si la deuda está por los suelos, podrán apretarle las tuercas al hijo del hombre rico, haciendo un negocio redondo.

Tanto las ventas masivas de los miedosos como las de los especuladores derrumban el precio de las obligaciones hasta 4.000 euros.

Como era de esperar, a los seis meses el panadero precisa más financiación. Y vuelve a emitir obligaciones a 5.000 euros. Pero nadie las compra. ¿El motivo? Las anteriores están a 4.000 euros. Nadie compra por 5.000 al panadero lo que puede adquirir por 4.000 a un vecino. Si el chico quiere emitir deuda, debe pagar un interés mucho más alto.

El panadero encoleriza. Dice que es un complot, un ataque a su deuda. Sus vecinos han derrumbado el precio de sus obligaciones a sabiendas de que su padre lo avala todo y de que no puede cerrar la panadería. Como no puede asumir tanto coste de su deuda, telefonea a su padre: «Papá, tal vez tendrás que rescatarme».

La pregunta es: ¿se trata de una conjura de los vecinos contra un padre rico? ¿O del pánico de los vecinos ante un hijo ineficiente y derrochador?

* Fernando Trías de Bes (Barcelona, 1967) es economista, escritor y profesor de la Escuela de Negocios ESADE. Autor de libros como «El hombre que cambió su casa por un tulipán» y «Mil millones de mejillones», Trías de Bes ha escrito «La parábola del panadero», que se reproduce en esta página, para explicar de forma sencilla los problemas sufridos por España en el mercado de deuda pública.





Javier Cuartas / Redacción LNE.es

Las apuestas a la baja sobre la Bolsa y las apuestas al alza sobre el riesgo de la deuda pública se favorecen y refuerzan entre sí y encuentran el clima propicio en un contexto de nerviosismo e incertidumbre.

Con España y otros países bajo sospecha por sus índices de paro y déficit fiscal, los especuladores toman posiciones inversoras apostando a una caída de la Bolsa, con la ventaja de que, tratándose de magnos grupos inversores (caso de fondos de alto riesgo y otros), que mueven ingentes cantidades de títulos, su propia determinación de hacer caer el mercado contribuye de forma decisiva a que ello se produzca.

Para ello, los especuladores toman en préstamo grandes cantidades de acciones a cambio de una contraprestación económica a sus dueños y con el compromiso de devolución a sus titulares en un plazo determinado. Inmediatamente venden esos títulos y crean una corriente vendedora, que secundan otros inversores, ajenos a la operación, pero que, temerosos de un desplome del mercado, desinvierten a su vez en cuanto aprecian que la Bolsa cae, para ponerse a cubierto, con lo que amplifican el movimiento bajista que de forma premeditada ha sido diseñado por los 'tiburones'.

Una vez que las cotizaciones se han derrumbado, el especulador compra el mismo número de acciones que se ha comprometido a devolver a quienes se las prestaron temporalmente. Pero como esos títulos se han depreciado, el coste de adquisición es muy inferior al precio al que los especuladores habían vendido esas acciones sin ni tan siquiera ser dueños de ellas. El especulador obtiene así como beneficio la diferencia entre la cotización que tenían los títulos cuando los vendió y el que tiene cuando los recompra. Por eso se dice que cuanto más se derrumbe la Bolsa más ganan quienes hacen apuestas contra ella.

En el caso de la especulación sobre el riesgo de impago de la deuda pública, la operación es similar, pero a la inversa. Aprovechando un contexto de zozobra generalizada a causa del riesgo de suspensión de pagos de Grecia, el especulador compra de forma acumulativa seguros sobre el riesgo de impago de la deuda soberana española, los llamados CDS. El acaparamiento de estos derivados para la cobertura de riesgo hace subir su precio. Y su revalorización es una señal que el mercado interpreta como un riesgo creciente de insolvencia española.

Ello determina una corriente compradora más amplia y, en consecuencia, una mayor apreciación de los CDS. Quienes desencadenaron la conspiración venden sus seguros de cobertura sobre España al precio más alto que puedan y obtienen con ellos grandes ganancias. En ocasiones lo hacen también tomando CDS en préstamo. Los venden cuando están en la cúspide de su cotización y aguardan a que la venta masiva hunda su precio para recomprarlos baratos y devolvérselos a quien se los cedió de forma temporal.

Estas dos prácticas especulativas se retroalimentan entre sí. Porque el encarecimiento de los CDS sobre España acrecienta el pánico sobre la solvencia del Estado y esto hunde más las bolsas, y porque el desplome bursátil agranda la percepción de riesgo sobre el país y los titulares de bonos de deuda pública española se ven impelidos por el pánico a comprar CDS para protegerse en caso de impago estatal, con lo que contribuyen a su vez a su revalorización. Este efecto de apoyo mutuo tiene, además, toda la lógica, dado que entre las acciones y los CDS existe una correlación inversa (cuando la Bolsa cae, los contratos de protección tienden a revalorizarse) coherente con el hecho de que la deuda pública suele ser el refugio (junto con el oro y otros activos) de quienes se salen de la Bolsa por miedo.

Estos movimientos especulativos se refuerzan en ocasiones con intoxicaciones para agrandar el pánico.

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